30 octubre 2006

El sentido de la vida (i)


Una célebre película de los Monty Python repasaba en una serie de sketches satíricos las diferentes fases de la vida con una pregunta de fondo: ¿qué sentido tiene la vida?

Desde diferentes ámbitos han habido tentativas de respuesta a una pregunta que cobra relevancia con la crisis de fe cristiana en el mundo occidental. Las religiones han ofrecido algunas respuestas o alternativas. Resurrecciones, reencarnaciones, e incluso la vida eterna.

Si se discute con amigos, antes o después, sale a la palestra la cuestión de la muerte y la necesidad de creer en algo más. Sin embargo pocas veces se repara en la otra frontera, en el misterio de la vida, ¿por qué nacemos? Esto ya empieza a mostrarnos por donde andan los tiros, cuáles son nuestras inquietudes, cuáles son nuestros miedos.

Tal vez el problema está en buscar un sentido, o tal vez sea que la respuesta más sencilla no nos satisface. Tal vez es que anteponemos el "yo" al "nosotros", o tal vez sea una pregunta sin sentido.

Sin ser un entendido en el tema, me atrevería a ofrecer algunos caminos dónde indagar. Para empezar tenemos la muerte. Es la muerte la que da sentido a la vida. ¿Pero qué sentido? Podemos hacer un esfuerzo en imaginar la vida sin la muerte. Una vida eterna, sin envejecimiento, sin enfermedades. Por supuesto, las preocupaciones serían otras, tal vez, incluso los valores que imperan hoy día en nuestra sociedad serían otros. Sin la presión del tiempo que se nos va seguramente podríamos contemplar la vida con otra mirada. Entonces sí que sería pertinente hacernos la pregunta sobre qué sentido tiene la vida. Así que, tal vez, la pregunta más adecuada que deberíamos hacernos es ¿por qué no le encontramos sentido a la vida? o, más bien, ¿a qué no le encontramos sentido? Tal vez descubramos que es a la muerte. Sin embargo, ¿es necesaria la muerte?

De primeras, parecería maravilloso poder vivir eternamente. Pero, es muy posible que a largo plazo acabe resultando demográficamente insostenible. La población crecería, y crecería, y cada vez seríamos más y más personas. Si ya existiendo la muerte el planeta está sobrepoblado, imaginense sin ella. Y me estoy refiriendo solo a la vida humana. Imaginemos que ocurriese lo mismo con el resto de formas de vida. Evidentemente, es absurdo pensar en ello. Así pues, si pensamos un poco en ello, nos daremos cuenta de que la muerte es necesaria. Pero más allá de que sea necesaria, es que es la muerte la que da sentido a vivir.

Gracias a la muerte, concretando un poco más, gracias al tiempo limitado que estamos vivos, la vida cobra importancia. La existencia de la muerte hace valiosa la vida. Es un término económico. La vida es valiosa porque es escasa, es limitada. En la serie de David Lynch, Twin Peaks, uno de los personajes se cuestiona eso mismo, qué vale el tiempo de una persona que ha pasado unos meses en la carcel por un crimen que cometió para favorecer a una tercera persona que quedó libre. Pero puede ser peligroso entrar en estos términos, ya que su valor puede ser relativo. ¿Qué vale un día de tu vida? ¿y si fuese el último?


16 octubre 2006

La Tertulia

Los bares podríamos considerarlos como puntos de encuentro donde el ciudadano de a pie expone su opinión debatiendo de una manera, más o menos, abierta sobre cualquier tipo de asunto. Suelo frecuentar uno de esos bares donde (considerando que se trata de un local situado en uno de esos barrios de la periferia de la ciudad) asoman todo tipo de personas y personajes. En este local se administran clases prácticas de historia, se debate sobre la política nacional e internacional, sobre el terrorismo o la subida del precio del dinero, sobre la inmigración o el fútbol, sobre el sentimiento nacionalista y los sentimientos nacionalistas, sobre la legalidad o la ilegitimidad de las cosas, un lugra donde lo mismo se re-citan versos de Quevedo como que se canta canciones de Joan Manel Serrat.

El otro día era uno de esos en los que se cuestionaba, entre otras cosas, la existencia de las cosas más allá de toda experiencia personal. Así, sin saber muy bien como, acompañado alguno por alguna que otra cerveza de más, cosa que no le exculpa de sus palabras, los contertulios nos encontramos inmersos entre disparates y sensateces varias.

Alguien dijo: Los vascos, ¿de dónde vienen los vascos?
- Descienden directamente de Noé. Un león y una leona, una jirafa y un jirafo, un vasco y una vasca.
- Yo el rollo ese del arca no me lo creo. ¿Dónde está ese arca?
- En el monte Ararat, a cincomil y pico metros de altura.
- Pues yo te digo que el arca ya lo encontró Indiana Jons.
- Que no, que ese no es, que ese es el arca de la alianza, donde se encuentran las tablas de la ley, los diez mandamientos.
- Otro rollo, ¿y Dios? ¿Dónde está Dios?... y la biblia, ¿quién ha escrito la biblia?
- Varios autores.
- Si, ya, pero ¿quién nos asegura que fue san Juan quien escribió el Apocalipsis?
- Existe alguien, con poder, se supone, que es quien dice lo que es cierto y lo que no lo es. Hay textos que no son reconocidos (por la Iglesia, se entiende, que es quien se autoimpone la autoridad).
- Pues yo digo que Dios no existe. ¡Cómo se puede ser tan inculto?
- No es cuestión de incultura, creer es un acto de fé.
- Yo solo creo en la ciencia.
- Creer en la ciencia también es un acto de fé, yo me tengo que creer lo que dicen los científicos, ¿cómo sé que no es así?
- ¿Quién me dice a mi que lo que pone en la biblia es verdad? Yo si no lo veo no me lo creo.
- ¿Y Mahoma? ¿Por qué no podemos representarlo? No sé por qué se ofenden tanto estos musulmanes. A mi si hacen una caricatura de Jesús o lo que sea me da lo mismo.
- ¡Que te da lo mismo! ¡Vamos a la iglesia de ahí abajo y quememos al Cristo ese! ¡No hay huevos! (y no los hubo, no). Veís, mucho hablar pero luego nada.
- Es que nosotros no somos tan fundamentalistas como ellos.
- Yo la verdad es que no sé por qué se pelean, ¿no es el mismo dios?
- Los musulmanes son unos machistas y quieren imponer su religión a los demás. A mi no me importa que tengan sus mezquitas, pero que respeten lo que hay aquí. Yo si fuera, que no pienso ir, a su tierra respetaría y me amoldaría a lo suyo.
- ¡Asturias es España y lo demás es territorio conquistado! (eso gritó uno en medio de la conversación).
- Los musulmanes, tontos no son. 12 mujeres para uno solo.
- ¡A ver quién aguanta a 12 mujeres! yo con mi mujer ya tengo bastante.
- No hombre, no, 12 mujeres haciendo lo que tú digas. Una para fregar, otra para cocinar, otra para follar.
- Si, di que si, ¡viva la igualdad! y luego hay quien dice que los musulmanes son unos machistas.
- Son unos machistas y unos fanáticos religiosos.
- Si, como los cristianos que iban a las cruzadas a matar moros en nombre de Dios y dejaban en casa a la mujer con el cinturón de castidad puesto.
- Pero no me compares, ellos lapidan a las mujeres y las obligan a llevar burka.
- Si, es verdad, y aquí las matamos "porque era mía".
- Aquí, además, estamos cargados de prejuicios y estereotipos, como el programa ese que hay en Italia, "la guapa boba y el empollón".
- ¡Pero eso es en Italia!
- En Italia como en España, ¿o no existe aquí el "macho ibérico"?
- Si, y por desgracia cada vez quedamos menos.

Para mi tiene poca importancia si Dios existe o no existe. No importa mucho si lo que dice la biblia es cierto o no. Ni siquiera es importante si el Apocalipsis lo escribió san Juan o Mariano Fernández. Lo que tiene relevancia es que la gente le da crédito y actúa en consecuencia. Nosotros podríamos determinar que Manolo, el camarero, es dios. Cada día lo reverenciaríamos como tal. A nuestros hijos los educaríamos en esa creencia para que también lo reverenciasen como a un dios. Cuando Manolo muriese, construiríamos una estatua suya, incluso da igual que esta estatua no guarde ningún parecido con el difunto y apreciado camarero, la cual reverenciaríamos como si fuese el mismísimo Manolo en persona. Podríamos también escribir algún libro narrando maravillas sobre él, y afirmar y reafirmar que todas las mentiras que escribamos son ciertas, siempre y cuando tengan una mínima coherencia. Poco a poco la realidad se mezclaría con la ficción. De hecho, poco importaría, más aún si ese "invento" nos da una posición privilegiada dentro del grupo como guardianes de la "verdad". Con el tiempo, ¿quién puede discernir lo real de lo no real? Siempre y cuando actuemos como si Manolo fuese un Dios, poca importancia tiene si lo es o no lo es.

Ahora bien, es necesario, en la medida de lo posible, desenmascarar las falsedades en las que se apoyen nuestras acciones, y en todo caso, si se ha de construir un marco común para la acción, que sea eso, un marco construido entre todos y todas.